
Cambalache de Dávalos y Délano
Todos fuimos fuertemente sorprendidos en octubre del año pasado con el inicio del famoso Pentagate, y luego aún más con la aparición del Caso Caval. Nadie podía creer que hubiera tal corrupción en nuestro país después de dar cátedra a los argentinos con nuestra gestión transparente; nadie podía creer que la ética en Chile fuera tan pobre después de todo; nadie podía creer que en ambas aristas de la política existieran tales delincuentes. Pero ¿de verdad nadie creía eso?
Llegó la hora de preguntarse qué es lo realmente sorprendente. Actuamos como si el empresario promedio no le pasara boletas a la señora, como si el FUT no hubiera sido usado nunca antes para evadir impuestos, como si los intereses políticos nunca se hubieran mezclado con los económicos. Todas esas cosas han sido con las que convivimos día a día y las que han impedido a lo largo de toda la historia que Chile se desarrolle de manera equitativa.
Lo que vivimos hoy no es un desengaño, muy por el contrario. Hoy en Chile, por primera vez en doscientos años se está haciendo justicia. El Caso Penta no es impactante, lo impactante es ver al Choclo Délano siendo llevado al Capitán Yáber. La compra de terrenos de Dávalos (o Epidemia con aros, como bien dijo el humorista Daniel Alcaíno) tampoco es impactante, lo inverosímil es ver a su propia madre creando una Comisión Anticorrupción en buena parte por su culpa.
Podemos ser realistas y citar el tango de Julio Sosa al decir “Vivimos revolcados en un merengue, en el mismo lodo, todos manoseados”, pero también podemos poner buena cara y pensar que eso de castigar a los poderosos es nuevo, ni ellos mismos imaginaban siquiera que sus crímenes tuvieran consecuencias. Largo y tendido habló Carlos Peña de ello a raíz de la respuesta a sus acusaciones que hizo Lavín al fiscal Gajardo: “desubicado”.
A pesar del reciente atisbo de eficiencia por parte de la justicia chilena nos encontramos con el sinsentido de crear una Comisión Anticorrupción. ¿Cómo es posible que quienes nos dirigen, poniéndose supuestamente al servicio de su gente, deban ser cuidadosamente controlados para que no nos roben? Después de eso es absurdo quejarse de que los jóvenes no van a votar viendo año tras año los mismos entes enviciados usando su labia engatusadora en la tele. ¿Realmente les cuesta tanto actuar como un chileno promedio que va a comprar el pan sin hacerlo pasar como gasto de la empresa del amigo?
Ahora que los Penta Boys están con prisión preventiva solo nos queda ver que sucede con Dávalos, y esperar a que una pulsera All Access del Lollapalooza sea el último beneficio que reciba por ser hijo de la presidenta.
Trini Aparici, Rama Cívica.